3/11/12

DEFENSA DE LA CATEDRAL


¡ÉXITO TOTAL EN LA DEFENSA DE LA CATEDRAL DE BUENOS AIRES (ARGENTINA)!

En el día de Todos los Santos, grupos de marxistas se amontonaron en las calles para pedir libertad para asesinar a los niños por nacer. También agitaron sus sucios tra
pos y vomitaron sus inmundos y blasfemos gritos contra la Santa Iglesia, contra la Patria, e incluso contra el concepto de orden.
Tenían planes de atacar la Catedral metropolitana… Pero en sus puertas se encontraron con un cuerpo compacto de católicos, FIRMES Y DECIDIDOS a dar su propia vida, si fuera necesario, para evitar que esas hordas ateas tuvieran acceso a la Casa de Dios.

La Acción Nacional Católica (ANC) agradece a los FIELES COMPROMETIDOS que estuvieron PRESENTES físicamente, y a quienes a la distancia se sumaron espiritualmente con sus oraciones.
Damos también las gracias de manera especial a los SACERDOTES que estuvieron dando testimonio de la Verdad y brindando su apoyo.

Gracias a Dios, estuvimos una vez más UNIDOS en una santa voz:
¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!



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1 comentario:

  1. Allí estábamos nosotros, por gracia de Dios, cada uno en su puesto de guardia, inconcusos como nuestra fe. Firmes pero no inmóviles, altos, gigantes, piedras vivas del edificio espiritual, una cadena de carne y sangre, un muro humano sin fisuras, una pared anterior a otra pared. Tenso el espíritu como una saeta, línea intocable para el demonio, catedral de fe envolviendo a la catedral de piedra. Vibrando entre dos mundos, los jóvenes, adultos y ancianos, igual de cerca del escarnio como del martirio, poderosos en el amor, no todos arrancando el miedo de nuestros corazones pero todos renunciando al amor propio por la sola causa de Cristo. La desazón y la ira penetrando en las filas enemigas, enloqueciéndolas. Pero sobre todo ¡jóvenes!... “¡Jóvenes! A ustedes les hablo porque sois fuertes!”, así escribía la aquilina pluma del apóstol san Juan en su primera epístola; exordio que proclamaría milenios después otro santo Juan, el papa Wojtyla. Allí estábamos nosotros, anhelando la santidad en jeans y zapatillas. Y yo sé que Dios miró con ternura a su pueblo joven, a sus hijos de pie, incapaces de renunciar o retroceder, y estoy seguro que el mismo Cristo inflamó de orgullo su pecho y su frente arrugó de santa furia. Esos, ahí nosotros, pequeños en el cuerpo, gigantes en la fe, humanos, y la legión de santos del cielo sosteniendo la bandera, y la Virgen de rodillas orando por nosotros y el Espíritu de Dios sobrevolando nuestra escuadra.

    Mario de San Pablo, caballero de la Inmaculada.

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